Las tinieblas y la luz.
Por Carlos Spurgeon.
“Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.” Génesis 1:5
Pese a que la noche era “las tinieblas” y la mañana, “la luz”, ambas recibieron el nombre que correspondía únicamente a la luz. Es algo extraordinario y tiene una exacta analogía en nuestra experiencia espiritual.
En cada creyente hay tinieblas y luz, pero no por ello se le llama pecador (habiendo pecado). En cambio, se dice que es santo sólo porque posee algún grado de santidad.
Este pensamiento será de gran consuelo para quienes se lamentan de sus enfermedades y preguntan: ¿cómo puedo ser considerado hijo de Dios si hay tanta oscuridad en mí? Pero así es: tal como sucede con el día, tú no recibes el nombre de la noche sino el de la mañana. La palabra de Dios habla de ti como si fueras perfectamente santo porque pronto lo serás. Eres llamado hijo de luz aunque todavía moran en ti las tinieblas. Tu nombre responde a la cualidad que predomina desde el punto de vista de Dios y que un día será el único principio que permanezca.
Observa el hecho de que es la noche la que viene primero. Naturalmente, de acuerdo al orden del tiempo, nosotros primero somos tinieblas y la penumbra es muchas veces la primera aprensión que nos aflige. Esta aprensión nos lleva a clamar con profunda humillación: ¡Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador!” La mañana ocupa el segundo lugar y amanece cuando la gracia triunfa sobre la naturaleza. Como dice Juan Bunyan, “lo último permanece por toda la eternidad”.
En el tiempo adecuado, lo primero cede paso a lo último, pero nada viene después de lo último. Entonces, aunque en lo natural eres tinieblas, cuando llegues a ser luz en el Señor nunca más vendrá la noche. “No se pondrá jamás tu sol” (Isaías 60:20).
El primer día en esta vida tiene una noche y una mañana; el segundo día, cuando estemos con Dios para siempre, no tendrá noche, pero sí un santo, alto y eterno mediodía.
Darkness & Light
- by Charles Spurgeon
“And the evening and the morning were the first day.” - Genesis 1:5
The evening was “darkness” and the morning was “light,” and yet the two together are called by the name that is given to the light alone! This is somewhat remarkable, but it has an exact analogy in our spiritual experience.
In every believer there is darkness and light, and yet he is not to be named a sinner because there is sin in him, but he is to be named a saint because he possesses some degree of holiness.
This will be a most comforting thought to those who are mourning their infirmities, and who ask, “Can I be a child of God while there is so much darkness in me?” Yes; for you, like the day, take not your name from the evening, but from the morning; and you are spoken of in the word of God as if you were even now perfectly holy as you will be soon. You are called the child of light, though there is darkness in you still. You are named after what is the predominating quality in the sight of God, which will one day be the only principle remaining.
Observe that the evening comes first. Naturally we are darkness first in order of time, and the gloom is often first in our mournful apprehension, driving us to cry out in deep humiliation, “God be merciful to me, a sinner.” The place of the morning is second, it dawns when grace overcomes nature. It is a blessed saying of John Bunyan, “That which is last, lasts forever.”
That which is first yields in due season to the last, but nothing comes after the last. So that though you are naturally darkness, when once you become light in the Lord, there is no evening to follow; “thy sun shall no more go down” (Isaiah 60:20).
The first day in this life is an evening and a morning; but the second day, when we shall be with God, forever shall be a day with no evening, but one, sacred, high, eternal noon .
Thursday, February 01, 2007
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