Thursday, August 17, 2006

John Frye

Jesus did things. He broke bread with a violent fanatic and invited him to be a team member (a zealot); he called a tax-collector to be his follower and then ate with that tax-collector and all his traitorous friends. He allowed a known prostitute to touch him at an important and very public social gathering. He touched lepers and dead people. He spit in dust and made mud. He whipped animals out of the Temple. He ate lots of meals with marginalized people.American Christians want an inedible version of the kingdom of God. We want nice ideas to prop up our materialistically smothered lifestyle. A nice, santitized idea of the kingdom that won't get dirt under our fingernails or snot on our clothes or blood on our hands.

We'd rather "believe" in Jesus than eat and drink him. That "meal" creates, just as it did when Jesus first offered it, a response of "this saying is too hard for us." Why?

It's concrete, not conceptual. It's strangers at our Martha Stewart tables. It's sick people sleeping between our Downy softened sheets. It's being in very hot places without air-conditioning. It's eating with people who don't know the Bible or Jesus or Doug Pagitt or Brian McLaren or Rob Bell or Marva Dawn.


Jesús hacía cosas. El partió el pan con un hombre que era un fanático y era violento y lo invitó a ser miembro de su equipo: llamó a un cobrador de impuestos a ser su seguidor y luego comió con él y con todos sus amigos que eran traidoras. Permitió a una prostituta conocida por todos a tocarlo en una reunión muy importante, lo hizo en público. Jesús tocaba a los leprosos y a los muertos. Escupió en el polvo e hizo barro. Sacó los animales del templo con látigo. Comía muchas veces con la gente no marginada.

Los cristianos americanos quieren una versión del reino de Dios no comestible. Queremos ideas bonitas que pueden apoyar a nuestro estilo de vida materialista. Una idea del reino de Dios que sea amable y desinfectada que no mete la tierra debajo de nuestras uñas y no deja ni el moco en nuestra ropa ni la sangre en nuestras manos.

Nos es preferible “creer” en Jesús que comer y beberlo. La cena que Jesús nos ofrece crea igual que aquella vez que Jesús la ofreció la primera vez una reacción que dice, “esta enseñanza es muy difícil, ¿Quién puede aceptarla?”

¿Por qué?

Es concreto, no es conceptual. Es gente desconocida sentada en nuestra mesa de la marca Martha Stewart. Es gente enferma durmiendo entre nuestras sábanas bonitas. Es estar lugares con mucho calor sin aire acondicionado. Es comer con gente que no conoce la Biblia, ni Jesús ni Doug Pagitt o Brian Mclaren o Rob Bell o Marva Dawn.

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